viernes, 5 de julio de 2013

Un perro guía, cuenta como el braille cambio su vida

HOLA A TODOS Y TODAS:

Les dejo un cordial saludo, espero que estén bien y que todo en sus vidas ande de lo mejor, quiero agradecer a todas las personas que han visitado este blog y que han dejado sus mensajitos, así como a todos los que han estado al pendiente del mismo y que han preguntado el por qué de la quietud en la que nos encontramos.

En verdad que hemos tenido algunos líos con los archivos que deseamos publicar ya que no nos han permitido hacerlo y aún no hemos logrado resolverlo totalmente, pero aseguro que ya estamos al pendiente de ello y muy pronto lograremos mostrarles mas y nuevas cosas de las que se han estado haciendo con mi perrita guía Ofir, así como también podremos ver fotos referentes.

Ahora bien, en esta oportunidad quiero compartirles un escrito que me ha llegado y que hace parte de un concurso que se está realizando actualmente en Europa por motivo del bicentenario de Luis Braille y que envió una compañera para participar en el mismo. Este escrito es narrado por un perrito guía que habla de su amo invidente y por eso la afinidad con nuestra página, espero que les agrade como a mi me agradó.

Un abrazo, suerte y estaremos en contacto.

HERNÁN ANDRÉS VILLEGAS ÁNGEL

La alfabetización braille cambió mi vida.

"La verdad es que estoy tan aburrido que lo único que se me ocurre que 
pueda hacer, es contar lo que me pasa, a ver si así me desahogo un poco, 
he oído decir muchas veces que compartir las penas alivia, veremos a ver.

Desde que Louis Braille apareció en mi vida, ésta cambió radicalmente. 
Nunca pensé que alguien que hubiera nacido hace tantos años, (unos 
doscientos ¡qué barbaridad!) y tan lejos, en otro país, al otro lado del 
océano, pudiera jugar un papel tan importante en mi vida. Y no, señor 
Braille, no me alegro nada de que su maravilloso invento se haya cruzado 
en mi camino. Por su culpa, ahora llevo una vida sedentaria, monótona, 
triste, cuando hasta su aparición, era todo lo contrario, me pasaba el día 
de un lado para otro, yendo y viniendo, saludando a mucha gente, en fin, 
una vida activa como debe ser la nuestra. Si hasta mi musculatura se ha 
resentido. Antes mis patas eran fuertes y robustas, ahora no. 

Cuando fui apartado de mi familia vine a vivir a esta casa con el que 
desde entonces es mi amo, un señor no muy alto, no muy guapo, bastante 
joven, simpático y afectuoso. Al principio no nos entendíamos demasiado 
bien. Si yo quería jugar un rato con él y le dejaba una piedra a sus pies 
para que me la tirara, él, o no me hacía caso, o movía sus manos inquieto 
de una manera que yo no había visto nunca antes que lo hiciera nadie. 
Cuando quería reclamar su atención tenía que acercarme hasta donde él 
estuviera y darle con mi hocico en su pierna. Pero poco a poco fuimos 
encontrando nuestra forma de comunicarnos y aunque tenía alguna queja 
sobre la comida, no muy abundante por cierto, fui tomándole cariño.

Bien tempranito, cada mañana, mi amo y yo nos echábamos a la calle. Mi amo 
se colgaba una gran mochila a la espalda, me ponía a mí una rústica correa 
y emprendíamos la marcha. También hubo sus más y sus menos al principio, 
hasta que comprendí que mi amo lo que esperaba de mí era que me pusiera 
siempre delante de él, y que estuviera atento a todos los obstáculos. Pero 
también conseguí complacerle en esto, que para mí era incluso divertido. 
Cada día caminábamos por muchas calles, llenas de obstáculos, y cada día 
era diferente. Sitios nuevos y gente nueva. De vez en cuando encontraba 
algún mendrugo de pan, y a veces manjares más suculentos que alcanzaba al 
vuelo procurando que mi amo no se enterara porque, nunca supe sus razones, 
pero me lo tenía prohibido. Visitábamos muchas casas, mi amo intercambiaba 
unos papelitos con las personas y nos íbamos a otra casa y así un día y 
otro, un barrio y otro, kilómetros y kilómetros.

Pero un día, al llamar una vez más a una puerta nos atendió una mujer en 
la que observé inmediatamente algo peculiar, ponía un poco sus manos por 
delante como solía hacer mi amo. Y ese día empezó todo. Mi amo esta vez 
además de cambiar esos papelitos como hacía habitualmente, estuvo mucho 
rato hablando con la mujer. Ese día oí por primera vez el nombre de Louis 
Braille. 

Para mi sorpresa, al día siguiente volvimos a la misma casa y otra vez mi 
amo habló largo rato con la mujer. Y esta vez no hubo intercambio de 
papelitos. La mujer le dio a mi amo unos papeles grandes, más bien feos, 
por cierto, que mi amo guardó con mucho cuidado en un lugar especial de la 
mochila. Esa misma noche vi a mi amo acariciando esos papeles y pensé que 
se estaba trastornando, porque no veía yo en ellos el más mínimo interés.

Eran unos papeles marrones con algo así como puntitos por encima.

Y aquí empezaron mis males. Ahora íbamos todos los días a la misma casa 
donde mi amo pasaba buena parte de la mañana y nuestras caminatas 
empezaron a ser ya mucho más cortas y monótonas. La cosa se fue agravando 
porque mi amo, cada vez llevaba montones más grandes de papeles de 
puntitos, y por la tarde empezábamos a quedarnos en casa, cada vez con más 
frecuencia. Él dale que dale a toquetear esos papeles y yo.... pues yo a 
su lado, tirado en el suelo dormitando y lamentándome del giro que estaba 
dando mi vida. 

Sí había algo bueno, mi amo parecía estar cada día más alegre. En un 
momento dado pensé que a lo mejor la mujer iba a ser mi ama, pero ahí me 
equivoqué, nunca pasó tal cosa, mi amo y la mujer continuaron un tiempo 
viéndose a diario. Escuchando sus conversaciones supe del braille, del 
tacto, de leer, de estudiar, de un montón de proyectos que parecía no 
tener fin.

Y aquí estamos, ahora en vez de patear las calles vamos cada día a la 
misma oficina. Mi amo ya no lleva esa mochila grandota y hasta mi correa 
es hoy más elegante. Ummmm y todo hay que decirlo, también le debo al tal 
Louis Braille que mi cuenco esté ahora más y mejor surtido. Y bien 
pensado, quien sabe si en el futuro, cuando el reuma o lo que sea, que 
suele llegar con los años, me alcance, a lo mejor tengo que agradecerle a 
ese tal Louis Braille que mi amo sea hoy en día un señor importante.

Estoy por creer que esos puntitos son mágicos, porque mi amo se pone 
siempre tan contento cuando los encuentra en envases, botes, medicinas, 
jabones, si hasta mis latas de comida llevan ya puntitos, y mi amo, 
siempre siempre toca que toca, buscando puntitos en todas partes. Tanta 
afición ha cogido a tocar, que por tocar ahora toca la flauta, coge 
papeles con puntitos, y a tocar tocando.... que es un primor escucharle. A 
veces me preocupa si no se le gastarán los dedos de tanto tocar?. Pero no 
parece, porque yo diría que hasta me acaricia con más suavidad. 

No sé, seguiré reflexionando, a lo mejor cambio de opinión sobre el 
invento del Sr. Braille...?

Saludos 

Carmen Bonet Borrás 
e-mail carmen.bonet@es.ibm.com 

No hay comentarios: